Montserrat Llor ha conegut aquesta informació gràcies el testimoni d'Elisabet Ricol, "Lisa London", de qui diu:
"A esta mujer apasionada por la cultura y el conocimiento le encanta explicar que llegaron a formar una pequeña biblioteca "itinerante" con casi un centenar de libros que fueron escondiendo con mucho cuidado.
Unos los encontraban entre los escombros de la fábrica de Hasag, otros se los pasaban los prisioneros de guerra franceses... siempre llegaba algún libro.
─Aquello fue muy importante para escapar mentalmente con la lectura. Había registros, pero cambiábamos siempre la pequeña biblioteca de un lugar a otro dentro del block, en algún rincón..."
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