El siguiente es un irónico Decálogo del Buen Bibliotecario que el escritor Umberto Eco leyó como parte de su conferencia en el Congreso de Bibliotecarios celebrado con motivo del 25º aniversario de la Biblioteca Sormani, la más importante del sistema bibliotecario estatal de
Milán:
Premisa : La finalidad de una biblioteca es custodiar los libros e impedir que resulten dañados.
Una manera eficaz de conseguir este resultado es imposibilitar que los lectores los toquen; la segunda, y más perfecta, es impedir que lleguen a conocer su existencia. Para ello cabe hacer lo siguiente: complicar al máximo los catálogos.
1. Separar premeditadamente los catálogos de autores de los de materias y revistas, disponiéndolos incluso en salas diferentes. Si es posible puede tenerse, por cada catálogo, uno distinto para las adquisiciones anteriores (hasta 1960). Las adquisiciones posteriores se tendrán en una lista aparte, absolutamente inaccesible. La grafía y redacción de los nombres de los autores han de variar de catálogo en catálogo. Por ejemplo "Chzikovskij" en el moderno y "Tschaikowsky" en el antiguo. El alfabético de materias debe estar redactado según decisión propia del bibliotecario, siguiendo sus peculiares intereses privados. Se debe prohibir que los editores sugieran en la contraportada una relación de los encabezamientos de materia bajo los que el libro debiera ser clasificado.
2. La signatura debe ser totalmente intranscribible y con muchas siglas, algunas de las cuales deben parecer irrelevantes. Procurar que la papeleta de petición esté redactada de forma imperfecta, de modo que le pueda ser devuelta al lector, obligándole a rehacerla de nuevo.
3. El tiempo transcurrido entre la petición y la recepción del libro debe ser muy largo. Las papeletas deben introducirse en una especie de rueda de la fortuna y desaparecer por los subterráneos. Allí serán atendidas de manera arbitraria por subalternos minusválidos. Sería de agradecer alguna extremidad artificial o, mejor, una manga sujeta con un imperdible a la espalda. El subalterno ideal es el que lleva un solo libro en cada viaje. En cualquier caso, es necesario que este subalterno sea completamente incapaz, de modo que al subirse a las escaleras para alcanzar las estanterías más altas consiga precipitar trágicamente decenas de libros al suelo.
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4. Nunca se ha de prestar más de un libro. No debe permitirse que el lector entre en la biblioteca con un libro propio para compararlo con el prestado por la biblioteca. Toda comparación es siempre odiosa. Actuar de modo que los libros solicitados no lleguen jamás a ser llevados a la sala de lectura.
5. Esforzarse por conseguir una ausencia total de fotocopiadoras. Si ya hubiese, que sean pocas, preferentemente, sólo una, no utilizable por el lector, que se fotocopien pocas páginas, a precio muy caro, después de una larga cola y entregando las fotocopias al día siguiente.
6. El préstamo de los libros para fuera de la biblioteca debe variarse sistemáticamente de modo que frustre cualquier intento. Conseguir que el préstamo interbibliotecario sea utópico. Impedir que el lector llegue a tener el más mínimo conocimiento de los catálogos de otras bibliotecas.
7. Los horarios de apertura deben coincidir completamente con los horarios laborales (para conseguirlo, hablar con los sindicatos ); sobre todo merece la pena conseguir que las bibliotecas estén cerradas a la hora de comer, por la noche, los sábados y las fiestas de guardar. Hacer lo posible para que, en su tiempo libre, el usuario no se canse leyendo y se dedique al deporte. No debe ser posible que el lector pueda reconfortarse con un pequeño refresco en el interior de la biblioteca : el que quiera un café debe salir y al salir devolver todos los libros prestados, de manera que al regresar tenga que repetir todo el proceso de petición.
8. No debe ser posible encontrarse el mismo libro al día siguiente. Ha de ser imposible saber quién lo tiene prestado en ese momento.
Norma dorada: El lector no debe tener acceso, bajo ningún concepto, a las estanterías.
Norma adicional: El objetivo primordial es conseguir que la biblioteca permanezca completamente cerrada la mayor parte del año por orden gubernativa.